Golpeado por mi mismo reflejo. Perseguido por ellos y acosado por los otros.
Solo, como siempre y vacío como nunca.
Así, como pude, a trompicones logré salir.
Sabiéndome perdido aspiré profundo, contuve la ira y me tiré al piso.
¿Cómo llegas al mismo lugar después de haberte jurado no volver a estar ahí?
¡Qué absurdo!
Las mismas palabras taladrando mi cabeza. Una y otra, sin piedad.
Y las lágrimas contenidas, más por dolor que por orgullo.
Quédate quieto.
No pienses, no hables, solo respira y escucha.
Dime, ¿qué ves?, no entiendes que Yo no pude.
¿Entenderte?
Si, seguro, ni Yo me entiendo.
Dime, ¿qué escuchas?, no entiendes que Yo no puedo.
Vámos, dime,
¿Qué no podemos existir sin aplastarnos?